viernes, 3 de julio de 2009

Capítulo 3: El valor, una virtud que pocos poseen

Entraron en un puf del centro de la ciudad. Las luces de neón les impedían ver la mayor parte de la sala, aun así pudieron acercarse a la barra sin problemas. Tom pidió un whisky y Jack un Baileys, se sentaron en la barra del puf y estuvieron un rato charlando. Después de algunas copas un chico se sentó al lado de Jack; le miró con unos ojos verde brillante y unos carnosos labios rojos, a pesar de lo poco que se veía, Tom vio al chico susurrándole algo a Jack, y acto seguido se lo llevó a bailar entre la gente. Tom se quedó solo, en la barra, mirando como bailaban; por la pinta parecía gay, pero Tom pensó de pronto que si fuera gay se habría ido a un bar gay, aun así Tom tenía razón, y se había ganado completamente a Jack. Tom volvió a casa antes que Jack y su acompañante. Entraron los dos juntos, y prácticamente se caían de lo ebrios que iban. “¿Cómo puede traerse a casa a un desconocido con la intención de tirárselo?” Pensaba Tom. Él no era de los que entendieran el concepto de que el amor y el sexo pudieran coexistir completamente separados y en dos campos muy distintos, por eso la idea le sonaba rara en la cabeza. Más tarde, entre gemidos de placer y algún que otro orgasmo, Tom escuchó algún “Te quiero” que no encajaba en ningún sitio; entonces se dio cuenta de que Jack tampoco entendía la idea de separar el amor del sexo, y sabiendo que seguramente le harían daño a su amigo, Tom se durmió esperando que el siguiente día se levantara con buen pie.
El día siguiente, aun estando Tom dormido en su cama, Jack apareció por la puerta, vestido con un albornoz blanco y con una lagrima rodando por su rosada mejilla. Tom se despertó sobresaltado al ver que alguien se había metido en su cama. –Ah, eres tú. Perdona, pensaba que sería tu amigo, o algo así.- Le dijo al verle. Jack no le prestó atención. Estaba acurrucado a su lado sollozando no le dijo nada. Tom le abrazó; pensó que era lo mínimo que podía hacer ya que no sabía que podía decirle para que se sintiera mejor. Estuvieron un rato abrazados hasta que Jack habló –Ryan se ha marchado. Me ha dejado esta mañana- luego hizo una pausa –Me ha dicho que tenía una cita con su novia, que no la podía dejar porque ella le quiere mucho, y que su familia no lo vería bien, al parecer nadie sabe que es gay.- Tom le abrazó más fuerte –Shhh, cálmate vamos, todos dicen lo mismo, lo que tú has hecho es muy valiente ¿sabes? No todo el mundo se atreve a mostrarse tal y como es delante de su familia y sus amigos. Ese tío no te conviene, no es digno de tu compañía.–Es muy fácil decir eso, pero nadie me ha querido nunca y no puedo seguir toda la vida diciendo que nadie me merece, es muy egoísta por mi parte.–No digas eso tonto, hay mucha gente que te quiere: tus amigos, tus padres…–Eso no me basta, necesito a alguien diferente, que no me quiera por compromiso, que no decida si juzgarme, que me quiera por lo que soy.–Yo te quiero por lo que eres Jack- Jack le miró a los ojos sin comprender. Tom se apartó de él en un gesto brusco. –Lo siento, no quería decir…- Jack se quedó acurrucado entre las sábanas con su albornoz y cambió de tema –Espero no molestarte mucho si me traigo a alguien de vez en cuando, de veras.- dijo con voz apagada. –No te apures- dijo Tom con una sonrisa en los labios –no me molesta.- Acto seguido salió por la puerta, y comunicándole que tenía que marcharse a una entrevista de trabajo se marchó. Jack se quedó solo, sin moverse de la cama de Tom; la brisa fresca le daba en la cara junto con los primeros rayos de sol. Se sorprendió a sí mismo oliendo las sábanas de su compañero, pero cuando se dio cuenta prefirió ir a vestirse para no llegar tarde a su primer día en una de las escuelas de cocina más prestigiadas de Nueva York.
Cuando llegó a la escuela se encontró con que el mundo con el que había soñado todos aquellos años era real. Se lo imaginaba menos estricto, aun así le valía; toda su vida había soñado con aquel momento, y ahora había llegado. Se hallaba en la puerta, y no sabía por qué, pero algo le impedía entrar, finalmente se decidió. Dentro había un inmenso pasillo, lleno de diferentes aulas, y al final de este una gran escalera de madera anciana, pero debidamente restaurada. En la puerta de cada aula había escrita una especialidad: entrantes, primeros, segundos, postres, entre platos, cocina creativa… Jack encontraba aquel uno de los lugares más mágicos de la tierra. Miró en su horario la clase que le tocaba, y entró a su primera clase, entonces se encontró con lo que menos le apetecía en aquel momento, Ryan. El chico miró a Jack como si fuera al último que quisiera encontrarse, y en cierto modo era verdad. Se puso a su lado simulando una situación normal. – ¿Qué pasa? ¿Es que ahora me persigues?- Le dijo Ryan con cara de pocos amigos –No he tenido tanto tiempo de averiguar tanto de ti, no te apures. Es curioso, no sabía que tu novia fuera la cocina.–Y no lo es, mi cita era hace una hora. Sigo sin saber que haces aquí.–Lo mismo que tú, por lo que parece; es mi primer día, y me acabas de endulzar el postre- Dijo cínicamente.
Tom estaba en la sala de espera. Esperaba que saliera de la sala otro aspirante al puesto. Deseaba que el aspirante saliera de la sala sin el puesto; sabía que era egoísta, aun así lo necesitaba. Esperaba en la sala con decenas de aspirantes a su puesto, y sorprendentemente había más hombres que mujeres, el puesto al que aspiraba Tom era el de secretario. Estaba sentado al lado de decenas de personas que querían el mismo puesto que él, y solo había una vacante. En la sala de espera todo eran miradas furtivas, y por fin salió otro aspirante más de la sala. Se le veía bastante deprimido y con la cabeza más agachada de lo normal. Seguidamente le llamaron a él. Por suerte tenía experiencia y referencias en Manhattan, aun así no estaba seguro de que le fueran a coger. Cuando se sentó en la silla en frente del entrevistador le atacaron los nervios. El entrevistador confirmó sus datos y sus referencias, y a continuación le preguntó: – ¿Usted porque quiere trabajar aquí?- Tom se pensó mucho la pregunta, ya que sabía que si no contestaba lo que el entrevistador quería oír se habría acabado, entonces intentó montarse una historia emotiva para que se ablandase. –Mire, yo he cogido varios trabajos como este, me gusta trabajar en esto y realmente me relaja. Podría seguir estudiando, pero escapé de Manhattan sin dinero, huí recién casado, y ya sabe como son las mujeres, es mejor no volver en una temporada… Hasta que le den la nulidad matrimonial por desaparición. Por lo demás estoy bien, no se crea; vivo en un piso compartido, pero tendría que pagar alquiler y necesito un trabajo para esto, no me importa que de momento no me ponga en nómina con un contrato basura, yo ya me apaño, de veras.- El entrevistador puso los ojos como platos, y a continuación añadió –Verás chaval, has empezado bien y has ido empeorando a medida que te he ido dejando hablar… Aun así eso último que has dicho me ha gustado muchísimo, así que contratado. Empiezas mañana, y recuerda que a la primera falta te echaremos.- Él se levantó corriendo y emocionado, le estrechó la mano al entrevistador y le dijo con una sonrisa en la cara –No se arrepentirá- Y se marchó. Se entretuvo haciendo unas compras por la ciudad, más que nada para conocerla y después volvió a casa.– ¿Cómo te ha ido en tu primer día Jackie?- Le dijo con voz triunfante al llegar a casa. Cuando entró por la puerta se encontró a Jack tumbado en el sofá en albornoz con un gran helado de nata y mirando un culebrón sudamericano en la televisión. Cuando se volvió le vio llorando, y acto seguido agachó la cabeza y siguió comiendo. Tom dejó las bolsas en el suelo y se sentó a su lado –Pero ¿qué te pasa? ¿Tan mal te ha ido? Anda, déjame compartir tu quilo de helado y hablamos un rato, ¿vale?- Jack se secó las lágrimas –Cuando he llegado a la escuela y he entrado en la primera aula no sabes a quién me he encontrado.- Tom le quitó el bote de helado. –Dios, me voy a poner como una foca.- rió Jack –Me he encontrado a Ryan, y sobreentendió que le estaba persiguiendo. Tengo tanta mala suerte… Compartimos varias clases-– ¿Estás seguro de que no es gay? La verdad es que la situación es muy gay.- Dijo Tom arqueando una ceja.­–Haz el favor de no reírte de mí por favor. Si fuera gay no tendría novia ni me ahuyentaría.-– ¿Has pensado que quizás simplemente no ha salido del armario?- Jack le miró con cara de pocos amigos. –Pues claro que lo he pensado, de hecho eso es lo que me dijo esta mañana, pero claro, desde el alba a las diez de la mañana hay un abismo de diferencia. Ha cambiado mucho ¿sabes? Anoche me quería, y ahora… me aborrece. Los hombres son una mierda- Dijo robándole el helado a su amigo. –Muchas gracias, los hombres nos sentimos muy mal gracias especímenes como este; y no me bajes la autoestima hoy anda, que he conseguido empleo- Jack cambió la cara de golpe y de pronto se puso de pié. – ¡Pero eso es fantástico!- dijo en un tono jovial. –Ya podremos pagar el alquiler. ¿Y para qué tipo de trabajo han cogido al maravilloso hombre de la casa?- Tom le miró con una cara, como diciendo “no vuelvas a decir eso” y le contestó –No es que esté precisamente orgulloso de ello, pero… soy secretario.- Jack le abrazó muy fuerte. Se sentía orgulloso de él, y a su vez se sentía mal porque creía que solo los demás podían proponerse algo que al final les saliera bien.
Jack siempre se había sentido desgraciado. Se consideraba una persona demasiado débil para mantener una fijación como futuro, algo que tener claro, un proyecto de vida. Solo sabía que le encantaba cocinar, ese era su mundo. Sabía que si lo sacaban de los fogones se tornaba un niño frágil e inexperto que aún necesitaba descubrir muchas cosas del mundo. Toda su vida había estado a la sombra de su padre, él siempre le había estado restregando todo lo que había hecho bien en su vida, y según él Jack no había hecho nada que mereciera la pena. “Si al menos sirvieras para darme nietos… pero es que ni siquiera para eso sirves” Esa era una de sus frases favoritas. Sobre todo desde que les había presentado a su antiguo novio. Lo peor fue que se lo dijera mientras él estaba presente, precisamente por eso le dejó, por lo que además se sintió mal, tanto mal novio como mal hijo.
Tom se sintió realizado ya que su esposa no le permitía trabajar además así se sentía un hombre útil, sensación que muy pocas veces había tenido en su vida.
Por primera vez en la vida los dos chicos se sintieron como si fueran una familia.
–Parece mentira… después de estar tanto tiempo queriendo entrar y ahora no quiero volver si está Ryan- Dijo Jack en un susurro. –Pues no creo que tengas nada de lo que avergonzarte. Tú eres gay, ¿vale? Pero aquí es él el que se esconde, es él el que finge, no eres tú el que se está cambiando de acera continuamente. Como siga así un día van a atropellarle- Jack se rió, pero Tom se quedó serio. – ¡No es una broma!- le replicó –Eres mi amigo, y si tengo que ir a partirle la cara a ese anormal iré- Jack le quitó el helado a su amigo y estuvieron un rato hablando y riéndose, aquella noche ninguno de los dos salió.
Jack tenía una ventana en su habitación. Ya era tarde y las luces amarillas de la calle impactaban parcialmente en el suelo, donde casi solamente se distinguía la carretera. La brisa nocturna le daba en la cara, removiéndole el pelo. Se sentía libre por primera vez en mucho tiempo, a multitud de metros por encima del suelo y en un barrio mediocre, se sentía vivo. Se escuchó el rumor de una sirena de ambulancia por el fondo de la ciudad. Estuvo a punto de llamar a Tom solamente para que admirara la belleza nocturna de la forma en que él lo hacía, pero era consciente de que al día siguiente tenía que levantarse pronto. La verdad era que Tom le gustaba bastante, y no solo como compañero de piso, pero él sabía que Tom era hetero, y muy buen amigo además. Supuso que nunca encontraría a nadie que hiciera todo lo que estaba haciendo por él, y quizás confundió un poco el amor o el deseo con la gratitud, aunque ahora no era eso lo que le preocupaba excesivamente, sino el hecho de que mañana volvería a ver a Ryan, y que este tendría las mismas paranoias que siempre, por desgracia. Necesitaba valor para enfrentarse a aquello, valor que solo el alcohol podía darle.
Al día siguiente Jack se despertó con resaca. Tenía poco tiempo así que salió corriendo, cuando se levantó Tom ya se había marchado.
Llegó a clase con las gafas de sol puestas, y cuando se las quitó y alzó la vista vio a Ryan, lo que ya esperaba, aun así no estaba preparado. La clase era un recinto con mesas muy largas y cada espacio tenía todo lo necesario para hacer cualquier cosa. Avanzó por el largo pasillo rozando la mano por encima del mármol de las mesas, cuando llegó en frente de él se paró, y acto seguido le sonrió maliciosamente. – ¿Aún estás convencido de que te persigo? – Le preguntó quitándose las gafas de sol a pesar de que tras ellas se veía al propio Jack con ojeras y los ojos inyectados en sangre. Ryan no sabía muy bien que contestarle; por una parte la sonrisa de Jack le seducía y le parecía encantadora, por otra parte simplemente sabía que debía alejarse de él para no tener problemas. Entonces Jack le respondió –Mira… podemos hacer dos cosas morenito; podemos… seguir haciendo el imbécil acusándonos de cosas sin fundamento, algo a lo que pareces estar más que dispuesto y que nos va a provocar más que un dolor de cabeza o podemos olvidarnos de el asunto y tratarnos como compañeros, más que nada para que nadie se dé cuenta de que tuvimos un rollo y alguien se lo diga a tu novia, ¿no te parece?– Se lamió los labios sin dejar de sonreír. Ryan sonrió y dijo –No sé si te has dado cuenta, pero tienes un corte en el labio– Jack le volvió a sonreír por última vez y le dijo –Ya me parecía a mí– se puso de nuevo las gafas de sol y se marchó hasta otro hueco libre.Ryan se quedó mirándole perplejo. Él tampoco quería tener ningún tipo de problema, aun así Jack le parecía una pasada, sin embargo, él ya tenía novia y no podía cambiarlo. “Solo fue una vez, y no debería importarme” se dijo a si mismo mientras intentaba poner las medidas de los ingredientes correctamente. Jack desde lejos le guiñó un ojo mientras cocinaba a su rollo. Cuando terminó la clase le rozó la espalda al salir y Ryan suspiró agachando la cabeza.

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